Individual y Colectivo


Felicidad individualizada,
tan viral como despechada,
suerte de autorreconocimiento,
soledad tranquila y plena,
bombilla hermosa de paz,
como cantautor con su guitarra.

Me reconozco roquero hasta la médula.

Mi guitarra se multiplica con el groove del bajo,
la sincronía con el chaston y los tambores.
Mi voz, contundente y perfecta en sí misma,
se vuelve mil veces ella misma con los acordes del pianista.

Mi risa, dibujada en mi cara con trazos precisos,
se vuelve redundante sobre su blancura
cuando mi gente ríe conmigo.

Mi amor, tan personal, tímido e inquebrantable,
se vuelve incandescente al tocar otro amor.

Como galáxias viajando infinitas.

Mera cuestión logarítmica,
no es sumar, no es añadir,
el multiplicar rabiosamente la esencia unipersonal.

La pulsiones del amor
ensanchan su enormidad
con el roce de otra piel.

Toco mis acústicos en soledad y me gusta.
Floto en el aire con el movimiento de mis brazos y me gusta.
Corro por las carreteras al ritmo de mis piernas y me gusta.

Pero las distancias cambian
y los ritmos cambian
y el aire cambia
y mi guitarra se amplifica
cuando comparto mi amor propio
lejos del miedo a frustrar mi canción.

Los metales no estudiaron su amor
y están jodiendo a la banda.
No pasa nada, hacen acto de conciencia
y volvemos a otro encuentro con el escenario.
A multiplicar salvajemente
nuestra individual y colectiva felicidad emancipada. 

Fotografía Tanguy Jestin
15enero2023