Rendición



Me rindo, y te advierto que no es fácil.
No buscaré más soluciones perennes.
Te reconozco como una segunda piel
y te amaré como el aguardiente que desgarra las entrañas.
La absolución a la ironía
y bombardeo perverso a mis huesos
pasa por convivir contigo conmigo de por vida.
Mantenernos a raya los dos,
tú con tus apetitos autodestructivos
y yo con mi embelesamiento
a tus discursos sobre el fin del mundo.
Medir cada milímetro de esa raya
y calcular los alimentos, el sudor
y las oraciones de autoayuda.
Puede ser que ahí resida nuestra supervivencia.
La perpetuidad de una sublime mediocridad,
demasiado sabio para no levantar la mirada del suelo,
demasiado sabio para no mirarte por encima del hombro.
Dejarnos llevar ciegamente por el sinsentido,
pero riendo ¡qué demonios!
Si no damos más que para medias tintas,
pues seamos gentiles con nuestros talentos.
Qué fácil decirlo, ¿verdad?
Por eso te escribo, te plasmo para tenerte bien calado.
Para en los funerales reconocer tu voz,
y no creerte ni una palabra y pasar el mal trago lo antes posible.
Y no tomarnos, a ninguno de los dos, muy en serio.
Ya ves, mi rendición es más bien un tratado,
el pacto de no ensuciar nuestro aljibe común..

Fotografía Anelia Loubser